La Chica del Bar
Sentado en el café
Me miran sus ojos transparentes
Penetraron de una mi chaleco antibalas
Me hirieron, y sin avisarme
Varias de sus balas
Mi alma está indefensa
Su sonrisa de a lo lejos, derribó mis murallas
Intentan mis torpes oídos escuchar la amena charla
Que trata de llevar con el tipo que agarra su mano
Los sentidos juegan
Y yo usé mi oratoria fingiendo
Una intersante charla por celular
Ya la tengo en mi conversación
Se acerca la mesera
Pido dos cervezas, como si fuera a la ligera
Escribo en una servilleta
Sobre sus rulos, el lunar que tiene abajo de su boca y más
Conté que de pronto, el blanco se hizo mi color favorito
Pero que su chaqueta no tenia nada que ver
Gran trovador
Y gran mentiroso
Le pediria un baile ahí mismo con la música de fondo que sonaba en mi cabeza
Le tomaría de la mano y apretaría fuerte esos dedos de manicura roja
Y le daría un beso a ese rubor que llevaban sus mejillas
Y el slow motion de cuando se conjugaba su pensar con el mío
No hace falta ni hablar
Tres metros de distancia
Y una vida que empezar
El camino no siempre te da revanchas
Y el Maestro es juguetón con la oportunidad
Esa tarde, al salir
La camarera agarró esa servilleta
Por lo visto esa rubia que me sirvió de musa
Era habitué del lugar
Volví al mismo nicho
Repetidas veces, sin coincidencias que encontrar
Pero dejando siempre una prosa,
Una constancia
De mi paso por aquel altar
Morenas, pelirrojas,
Flacas, y otras no tan agraciadas
Ya sabían de mi andar
Mas mi capricho por la susodicha no vencía
Treinta capuccinos y varias cajas de Kent
Ya valieron como para que se apague
La balada que siempre al llegar alucinaba escuchar
Pero como a Asunción las concurrencias le gustan más
Se apersonó la misma chaqueta blanca
Y me dejó sin hablar
Nos miramos
Y ya se entendió
Traía en sus manos
Un puñado de servilletas de café con letras cursivas
Me invitó a bailar
Una de esas melodias que en mi cabeza antes sonaban
Le dije que ya era tarde, que otra mujer me esperaba
Le devolví la misma bala
Con la cual aquel día me desnudó
A la mañana siguiente al despertar en mi pecho
Me volvió a cuestionar
Quién era a quien yo mis cuentas debía rendir
Le miré a los ojos
No supe que decir
La dueña de mis deudas era un ángel que no existía
Que anoche, se hizo material
Me dio de beber su cuerpo
Y hasta se dejó amar
Y acá va mi sano consejo:
Nunca te enamores de la chica del bar
Me miran sus ojos transparentes
Penetraron de una mi chaleco antibalas
Me hirieron, y sin avisarme
Varias de sus balas
Mi alma está indefensa
Su sonrisa de a lo lejos, derribó mis murallas
Intentan mis torpes oídos escuchar la amena charla
Que trata de llevar con el tipo que agarra su mano
Los sentidos juegan
Y yo usé mi oratoria fingiendo
Una intersante charla por celular
Ya la tengo en mi conversación
Se acerca la mesera
Pido dos cervezas, como si fuera a la ligera
Escribo en una servilleta
Sobre sus rulos, el lunar que tiene abajo de su boca y más
Conté que de pronto, el blanco se hizo mi color favorito
Pero que su chaqueta no tenia nada que ver
Gran trovador
Y gran mentiroso
Le pediria un baile ahí mismo con la música de fondo que sonaba en mi cabeza
Le tomaría de la mano y apretaría fuerte esos dedos de manicura roja
Y le daría un beso a ese rubor que llevaban sus mejillas
Y el slow motion de cuando se conjugaba su pensar con el mío
No hace falta ni hablar
Tres metros de distancia
Y una vida que empezar
El camino no siempre te da revanchas
Y el Maestro es juguetón con la oportunidad
Esa tarde, al salir
La camarera agarró esa servilleta
Por lo visto esa rubia que me sirvió de musa
Era habitué del lugar
Volví al mismo nicho
Repetidas veces, sin coincidencias que encontrar
Pero dejando siempre una prosa,
Una constancia
De mi paso por aquel altar
Morenas, pelirrojas,
Flacas, y otras no tan agraciadas
Ya sabían de mi andar
Mas mi capricho por la susodicha no vencía
Treinta capuccinos y varias cajas de Kent
Ya valieron como para que se apague
La balada que siempre al llegar alucinaba escuchar
Pero como a Asunción las concurrencias le gustan más
Se apersonó la misma chaqueta blanca
Y me dejó sin hablar
Nos miramos
Y ya se entendió
Traía en sus manos
Un puñado de servilletas de café con letras cursivas
Me invitó a bailar
Una de esas melodias que en mi cabeza antes sonaban
Le dije que ya era tarde, que otra mujer me esperaba
Le devolví la misma bala
Con la cual aquel día me desnudó
A la mañana siguiente al despertar en mi pecho
Me volvió a cuestionar
Quién era a quien yo mis cuentas debía rendir
Le miré a los ojos
No supe que decir
La dueña de mis deudas era un ángel que no existía
Que anoche, se hizo material
Me dio de beber su cuerpo
Y hasta se dejó amar
Y acá va mi sano consejo:
Nunca te enamores de la chica del bar
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