Qué suerte
Qué suerte
Qué suerte que te conocí
Y que luego
Me hayas vislumbrado
Obcecado
Como un niño con su primer amor de juguetería
Que nunca olvida al muñeco
Hasta comprarlo, jugarlo, vejarlo, y vuelto a jugar
Qué suerte
Que te hayas desaforado
Atosigado por los nervios de placard
Y que así hube terminado sendas veces
Triste y bajo la lluvia
Llorando más de rabia que de amor
Qué suerte que siempre
Tus bragas fueron sigilosamente generosas
Mientras este limosnero
Se sabía conformar
Qué suerte
Que perdimos la cabeza
La dignidad y la ocasión
Dejando todo por el nosotros y olvidando el yo
Volviéndonos pordioseros
Dentro de nuestra propia riqueza de oropel
Y qué suerte
Que no me hablaste
Nunca más
Ni una misiva
Ni un hola qué tal
Nada
Hoy por hoy me digo
Qué suerte
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