Qué suerte Qué suerte que te conocí Y que luego Me hayas vislumbrado Obcecado Como un niño con su primer amor de juguetería Que nunca olvida al muñeco Hasta comprarlo, jugarlo, vejarlo, y vuelto a jugar Qué suerte Que te hayas desaforado Atosigado por los nervios de placard Y que así hube terminado sendas veces Triste y bajo la lluvia Llorando más de rabia que de amor Qué suerte que siempre Tus bragas fueron sigilosamente generosas Mientras este limosnero Se sabía conformar Qué suerte Que perdimos la cabeza La dignidad y la ocasión Dejando todo por el nosotros y olvidando el yo Volviéndonos pordioseros Dentro de nuestra propia riqueza de oropel Y qué suerte Que no me hablaste Nunca más Ni una misiva Ni un hola qué tal Nada Hoy por hoy me digo Qué suerte